Acuerdo del Siglo, ¿para quién? La normalización de relaciones EAU-Baréin-Israel
Estos acuerdos “de paz” pretenden ser una prolongación del denominado Acuerdo del Siglo, adoptado por el presidente Donald Trump y el primer ministro Benjamin Netanyahu a principios de este año. Dicho plan, fuertemente criticado desde diversos frentes (sobre todo desde la Autoridad Nacional Palestina -ANP-, ausente del acuerdo), preveía (i) un reparto territorial entre los dos futuros Estados claramente favorable a Israel, que se anexionaría definitivamente los asentamientos de Cisjordania, mientras que el Estado palestino estaría configurado por un “archipiélago” de territorios sin continuidad y cuya superficie representa el 15% de la Palestina bajo mandato británico, (ii) la dependencia palestina de la seguridad y el ejercito israelí, (iii) un acceso por los palestinos a las fuentes hídricas más limitado que el actual y (iv) el reconocimiento de las capitales de los dos Estados, siendo Jerusalén la de Israel y Abu Adis (un suburbio al este de Jerusalén) la de Palestina. A cambio, los palestinos recibirían inversiones por valor de hasta 50.000 millones de dólares, en su mayoría aportaciones de los países árabes del golfo Pérsico y de EE.UU.
Aunque se ha criticado que los Acuerdos de Abraham no son realmente tratados de paz (pues no ha existido conflicto bélico entre las partes) y que vienen simplemente a poner sobre el papel lo que era un secreto a voces, haciendo públicas unas relaciones -sobre todo económicas- que venían produciéndose durante años, lo cierto es que el reconocimiento del Estado de Israel por parte de las dos pequeñas monarquías del golfo Pérsico está llamada a desencadenar importantes cambios geopolíticos en la toda la región. En este artículo analizamos cómo afecta el histórico paso tanto a sus protagonistas (incluyendo EE.UU.) como al resto de países del entorno y a otros actores de la geopolítica global.
- Emiratos Árabes Unidos. Si bien hasta hace poco el pequeño Estado del golfo Pérsico carecía de verdadera relevancia en la escena internacional (más allá de sus ingentes depósitos petrolíferos o de su interés turístico y como hub intercontinental), el príncipe heredero de Abu Dabi Mohamed bin Zayed al Nahyan ha conseguido colocar a EAU bajo los focos de la atención diplomática y mediática global y, a través de importantes pasos como el reconocimiento del Estado de Israel, pretende ganar una posición de liderazgo en el equilibrio geopolítico de la región. No en vano, los Acuerdos se enmarcan, en primer lugar, en una importante estrategia de desarrollo económico que busca diversificar una economía emiratí eminentemente basada en el petróleo, migrando hacia otras energías renovables (hace poco ha inaugurado su primera central nuclear, y planea el mayor proyecto mundial de energía solar de la mano de empresas francesas) y desarrollándose de forma preminente en los sectores tecnológico, de ciberseguridad, aeroespacial, de defensa y seguridad. Es aquí donde juega un papel clave la colaboración con la industria israelí, puntera y líder en todos esos ámbitos. No en vano, el Tratado firmado contiene un llamamiento a la cooperación de ambos estados en los mencionados sectores, así como en otros de importancia estratégica como el medio ambiente, la salud, el turismo, la energía o la agricultura, en los que parece que ambos países venían manteniendo discretos contactos (a través de intermediarios como Egipto) durante los últimos años.
En segundo lugar, los Acuerdos tienen un innegable valor político para EAU, que adquiere así una voz y un papel muy importante en la geopolítica de la región al convertirse en el tercer Estado árabe en reconocer al Estado de Israel. Con ello, según se ha afirmado, ha conseguido suspender los planes israelíes de anexión de Cisjordania, argumentando de este modo que solamente por la vía del reconocimiento puede presionarse al Estado hebreo para alcanzar la consecución futura de un Estado palestino. Por otro lado, al reconocer a Israel, EAU se asegura un importante aliado estratégico en la región. En este sentido, aunque desde EAU se ha advertido que los Acuerdos no apuntan directamente a ningún estado, EAU puede ver en Irán una potencia regional a contrarrestar en los próximos años, tanto por su cercanía geográfica (están separados únicamente por 70 km), como en el marco de la acción militar de EAU frente a los hutíes de Yemen, que son respaldados por Irán. Una situación similar se produce con la Turquía de Erdogan, con la que EAU choca en algunos dosieres internacionales clave como el de los Hermanos Musulmanes (prohibidos en EAU, protegidos por Turquía), la guerra en Libia (donde EAU apoya -junto a Francia, Rusia, Egipto y otros estados- al Ejército Nacional Libio del mariscal Heftar, frente al Gobierno de Acuerdo Nacional reconocido por la ONU y respaldado por Turquía), o el litigio mantenido en el Mediterráneo oriental con Grecia (en el que EAU -junto a Francia- ha manifestado su firme apoyo a Atenas).
- Baréin. Menos de un mes después del anuncio de la normalización entre EAU e Israel, el pequeño emirato de Baréin se pronunció dispuesto a seguir sus pasos y convertirse en el cuarto país árabe en reconocer al Estado hebreo. Con ello, Manama afirmaba públicamente buscar “fortalecer la seguridad y la estabilidad de la región, lo que garantiza que el pueblo palestino obtenga sus derechos legítimos y que se alcance la paz (de forma) permanente". Ciertamente, al sumarse al proceso de normalización, Baréin ejecuta una verdadera operación de relaciones públicas en el plano internacional, reforzando además el trato de favor de EE.UU. (ya es sede de la Quinta Flota y ostenta el estatus de Aliado Importante Extra-OTAN). También pretende, siguiendo a EAU, obtener importantes beneficios económicos e incrementar las relaciones comerciales con la potente industria israelí. Ahora bien, la firma de los Acuerdos ha conllevado un rechazo popular más importante que en el caso de EAU. No hay que olvidar que, aunque gobernada por monarcas sunís (dinastía al Khalifa), la población bareiní es mayoritariamente chií (70%), aspecto que ya ha sido origen de revueltas desde las primaveras árabes de 2011. Este es otro de los motivos por los que Baréin parece estar más que dispuesta a incorporarse a una alianza de cooperación en materia de inteligencia y seguridad.
- Israel. La gran ganadora de los Acuerdos. Pese a las críticas recibidas del sector más ultra conservador de su gobierno de coalición por las supuestas renuncias contenidas en los Acuerdos, lo cierto es que el primer ministro Netanyahu -que se encuentra en un momento delicado por su gestión de la pandemia- puede apuntarse el tanto de haber logrado un reconocimiento impensable en los últimos 25 años, y además por partida doble. Aunque se ha apuntado que una de las condiciones impuestas por EAU fue que Israel renunciase a la anexión de Cisjordania, algunos sectores del gobierno hebreo ya han señalado que los Acuerdos solo han supuesto una suspensión y no una renuncia definitiva a asumir dichos territorios. Sin embargo, el tema de Cisjordania podría haber sido precisamente utilizado por Netanyahu como carta de negociación, consciente de la fuerte oposición que había generado en los círculos internacionales su propuesta de anexión contenida en el Acuerdo del Siglo, además de plantear un problema práctico la anexión de un territorio poblado mayoritariamente por palestinos a los que habría que otorgar la ciudadanía y los mismos derechos.
Aunque ciertamente el Estado hebreo ya venía manteniendo relaciones con sus nuevos “socios”, especialmente de índole económico y de seguridad, así como en materia de cooperación frente a la pandemia de la COVID19, el establecimiento de relaciones oficiales beneficiará sustancialmente a Tel Aviv y su conglomerado de empresas y startups -sobre todo del sector tecnológico-, y abrirá las puertas al desembarco de los petrodólares en el sector turístico israelí, atraídos por los vuelos directos establecidos entre las tres partes. Además, se da por hecho que Israel pretende colaborar con EAU y Baréin especialmente en materia diplomática, de inteligencia e incluso militar, a fin de conformar un frente contundente ante Irán y sus aliados en la zona.
Las únicas suspicacias que pueden encontrarse en el bando israelí se refieren a las aparentes promesas que habría hecho EE.UU. a las monarquías del golfo para lograr su adhesión. Así, se ha indicado que Trump habría prometido a EAU la venta de tecnología punta militar -incluyendo el caza invisible F-35- que supondría un fantástico salto cualitativo para el pequeño Estado y lo colocaría a la cabeza de la región en este campo. En este sentido, desde Israel y desde algunos sectores de EE.UU. se ha dejado oír cierta oposición a la entrega de dicha tecnología, especialmente la del mencionado F-35, pues se argumenta que ello vendría a poner en riesgo la necesaria superioridad militar hebrea (la llamada “qualitative military edge”, codificada en la propia legislación norteamericana), así como a poner un secreto militar puntero en manos de un régimen del que no puede preverse su evolución política en los próximos años. En consecuencia, habrá que ver qué sucede finalmente en caso de que en noviembre exista un nuevo “huésped” en la Casa Blanca, y si una eventual marcha atrás en esta condición no pondrá en peligro la supervivencia de los Acuerdos. En todo caso, en los últimos días se viene apuntando que la solución probablemente pasará por la entrega a EAU de determinadas unidades de F-35 sin la totalidad de sus avances tecnológicos e incluso fabricadas en Israel, de forma que Tel Aviv pueda asegurarse su superioridad militar en caso de conflicto directo.
- EE.UU. La gran impulsora de los Acuerdos. La administración Trump lo ha presentado como un acuerdo histórico para la región en la zona, a la altura de los Acuerdos de Camp David o de Oslo. Sin embargo, podría decirse que EE.UU. aprovecha un momento en que la implicación árabe en la causa palestina atraviesa sus etapas más bajas. Por un lado, Egipto mantiene cerradas sus fronteras con la franja de Gaza debido a sus constantes fricciones con Hamás, mientras que la ANP parece estar acercándose discretamente a la Turquía de Erdogan, lo que ha suscitado recelos en el resto de países de la zona, especialmente en Arabia Saudí.
En un contexto de aparente retroceso de EE.UU. de Oriente Medio tras la retirada de sus contingentes de Irak y Siria una vez derrotada Daesh, se ha señalado que Washington pretende mantener su prolongada influencia en la zona mediante la creación de un frente árabe-israelí que le permita de forma remota confrontar al régimen persa, así como paralizar el intento de China de implantarse en la región a través de vínculos económicos proyectados a lo largo de su moderna ruta de la seda. Trump consigue así tejer alianzas que seguramente perdurarán en el tiempo y que moldearán la política estadounidense en la zona en los próximos años, independientemente de quién ocupe la Casa Blanca a partir del próximo noviembre. De hecho, se ha dicho que la consecución de los Acuerdos no tendrá demasiada repercusión en los comicios, dada la limitada influencia de la política exterior en el electorado mayoritario de Donald Trump.
Resulta clave el papel desempeñado en la consecución de estos Acuerdos por el yerno de Trump, Jared Kushner. Pese a su inexperiencia política y diplomática, el joven asesor especial del Presidente -de 39 años- ha conseguido levantar unos Acuerdos que, pese a no influir de forma definitiva en el conflicto palestino-israelí, constituyen un paso muy importante para la transformación de la geopolítica regional. Amigo íntimo del primer ministro Netanyahu, heredero de un magnate inmobiliario y respaldado por la poderosa Iglesia Evangélica pro-Israel de EE.UU., presume de haberse leído 25 libros sobre el conflicto (aspecto que le valió algunas críticas) y de reunirse con todas las partes implicadas en los últimos dos años para diseñar los Acuerdos, incluido el líder palestino Mahmoud Abbas. Sin embargo, ha censurado duramente a este último por no sumarse al entendimiento, pese a proponerle en su momento adherirse al Acuerdo del Siglo, que prometía sustanciales inversiones para los territorios palestinos, ni tampoco a los Acuerdos de Abraham, pese a implicar la suspensión de la anexión de Cisjordania por parte de Israel.
Desde un punto de vista económico, los Acuerdos resultan extraordinariamente favorables para Washington, pues ello supone incrementar la venta de material de defensa a los firmantes, especialmente los mencionados cazas invisibles F-35 tan demandados por EAU de cara a alcanzar un liderazgo militar en la región. Aunque, como se ha explicado, la venta puede sufrir ciertos obstáculos, de un modo u otro el potencial de los Acuerdos es enorme para la industria bélica estadounidense. Además, EE.UU. también puede prevalerse de la explosión de los intercambios entre los firmantes, como por ejemplo en materia energética, donde ya se ha anunciado que los tres países desarrollarán una estrategia conjunta.
- Palestinos. Se autodenominan los grandes perdedores de los Acuerdos de Abraham. No en vano, la Autoridad Nacional Palestina -en boca de su presidente Mahmoud Abbas- ha calificado el paso dado por sus compañeros árabes de “puñalada por la espalda” y ha afirmado que revisará sus relaciones con la Liga Árabe. Sin embargo, lo cierto es que no se ha producido por el momento una reacción popular violenta de la “calle árabe” ante la noticia. Así, más allá de reducidas concentraciones en diversas poblaciones de los territorios palestinos, no se ha producido el levantamiento que cabría esperar ante una declaración de tal magnitud en otros momentos. Tampoco se ha trasladado masivamente dicha protesta a internet, más allá de diversos tweets incendiarios o iniciativas de boicot como la lanzada por UAE Anti-Normalisation Association, que habría sido aparentemente secundada por un millón de firmas online, sobre todo de palestinos, pero también ciudadanos de Baréin y, en menor medida, de EAU. Voces ajenas al gobierno palestino critican en cambio la “sobrereacción” protagonizada por la Autoridad Nacional Palestina, y denuncian que no haya sabido aprovechar el momentum ni apreciar las ventajas que pueden derivarse a largo plazo para la reconciliación de los dos pueblos y el reconocimiento final de un Estado palestino. Así, algunos defienden que solo desde la normalización de relaciones puede presionarse a Israel hacia la paz, y no en vano, se defiende que precisamente es la normalización por parte de EAU la que ha puesto como condición que Israel interrumpa sus planes de anexión de Cisjordania.
- Arabia Saudí. La gran ausente de la foto de los Acuerdos de Abraham, aunque presente en la mente de todos. No en vano, se ha señalado que los Acuerdos no habrían podido producirse sin su beneplácito, dada la estrecha relación de amistad que une a la casa de los Saud con EAU, así como su sostenimiento político y económico de la monarquía bareiní. La incorporación del gigante saudí supondría un avance de mucha mayor trascendencia y tendría repercusiones geopolíticas mucho más amplias para la zona, si bien no parece que vaya a producirse próximamente. Hay que tener en cuenta que el actual rey Salman estaba justo detrás del rey Faisal cuando este pronunciaba en 1973 su discurso defendiendo el embargo de petróleo como muestra de rechazo a la guerra árabe-israelí del Yom Kippur, siendo un firme defensor de la causa palestina e impulsor de la Iniciativa de Paz Árabe de 2002. El propio presidente Trump reconoció el día de la firma de los Acuerdos que la adhesión por parte de Arabia Saudí se producirá “a su debido tiempo” .
Sin embargo, el próximo ascenso al trono del príncipe Mohammed bin Salman (conocido como MBS) y su innegable influencia en casi todos los ámbitos del gobierno (pues no en vano es viceprimer ministro, presidente del Consejo de Asuntos Económicos y de Desarrollo, presidente del Consejo de Asuntos Políticos y de Seguridad y ministro de defensa) puede cambiar radicalmente la situación. Así, se ha afirmado que el joven príncipe sería favorable a unirse al pacto, dadas las ventajas que pueden derivarse del mismo. Por un lado, de índole político, al reconocer en Israel a un fuerte aliado en su disputa con Irán por la supremacía en la zona y en el mundo musulmán. Por otro lado, de tipo económico, pues un reconocimiento del Estado hebreo permitiría a Riad acceder a la tecnología punta israelí, necesaria para el crecimiento económico y el desarrollo de su propia competitividad enmarcados en la “Visión 2030”, especialmente en lo que concierne a la diversificación del sector energético, pero también en los campos del turismo, el urbanismo y el desarrollo agrícola. En realidad, como en el caso de EAU y Baréin, parece que contactos “discretos” entre Riad y Tel Aviv se vienen produciendo en los últimos años y, aunque el reconocimiento no vaya a ser posible en el corto plazo, la primera irá haciendo probablemente gestos o concesiones, tales como la apertura anunciada de su espacio aéreo a los vuelos entre los firmantes de los Acuerdos.
Ahora bien, parece que en todo caso y pese a las innegables ventajas de la adhesión, adoptar tal decisión no será fácil para la casa de los Saud. Principalmente, porque la sociedad saudí sigue siendo mayoritariamente contraria a reconocer a Israel. Además, se teme que dicho reconocimiento podría conllevar ceder la actual posición de Arabia Saudí como líder del mundo musulmán suní, derivada de su condición de custodio de las ciudades sagradas de Meca y Medina, en favor de otros estados pan-islamistas crecientes como Turquía (en el mundo suní) o Irán (en el chií). Por tanto, parece que no se producirá el reconocimiento hasta que efectivamente se haya completado una transición y exista un estado de opinión más favorable entre la sociedad saudí.
- Omán. Aunque en los días posteriores a la revelación de los Acuerdos se habló de que probablemente sería el siguiente país en unirse, debido al sorpresivo viaje de Netanyahu a dicho país a finales de 2018, lo cierto es que el Sultanato parece haber echado el freno a la esperada adhesión pese a dar públicamente la bienvenida al pacto. Aparentemente el nuevo Sultán no estaría aun dispuesto a dar un paso tan grande en política exterior tras su reciente ascenso al trono, además de no querer dañar por el momento las relaciones mantenidas durante largos años con Irán. Por otro lado, sin embargo, Mascate vería en estos acuerdos una vía para mejorar sus relaciones con Washington, deterioradas durante el mandato de Trump, por lo que es posible que esté retrasando la adhesión a que se produzca un cambio en la Casa Blanca el próximo noviembre.
- Jordania y Egipto. Los dos primeros países árabes en reconocer al Estado de Israel se encuentran en una situación similar. Si bien ambos se han congratulado públicamente de los Acuerdos, lo cierto es que seguramente lo observen con ciertos recelos. En primer lugar, porque aunque fueron los primeros en hacerlo, el reconocimiento vino como parte de un acuerdo de paz tras sendos conflictos bélicos (y les valió, sobre todo a Egipto, un grave aislamiento en la región y el asesinato del presidente Sadat), por lo que su relación con Israel tampoco puede considerarse precisamente de “amistosa”, especialmente en lo que a sus ciudadanías se refiere. Por otro lado, tanto Egipto como Jordania vienen recibiendo desde el momento de su reconocimiento importantes compensaciones y un trato de especial favor por parte de EE.UU., que los reconoce desde entonces como Aliados importantes extra-OTAN. La entrada en escena de las monarquías del Golfo podría implicar una reducción de dichas compensaciones en un momento en el que resultan claves para su supervivencia, dada la “estrecha” situación que atraviesan ambos países, que precisamente les ha llevado a incrementar su colaboración en un foro a tres en el que han integrado a Irak.
- Liga Árabe. La Liga de los Estados Árabes, que aglutina desde 1945 a diversos países que se extienden desde el océano Atlántico hasta el golfo de Omán, no ha conseguido el consenso -propio de otras épocas- necesario para pronunciar una declaración de condena, pese a las fuertes presiones de la ANP en ese sentido. Por ello, esta última ha anunciado su decisión de renunciar a la presidencia del organismo que ejercía actualmente, al considerar que "no es un honor ver la precipitación de los árabes hacia la normalización (de las relaciones con Israel) mientras es presidente (de la Liga Árabe)".
- Irán. Una de las pocas voces claramente hostiles a los Acuerdos en el panorama internacional. No en vano, el presidente iraní, durante una comparecencia televisada el 15 de agosto, condenó expresamente el acuerdo (hasta entonces solo entre Israel y EAU) al considerar que “traiciona las aspiraciones del pueblo palestino y de los musulmanes en general”. Por su parte, el Jefe de Estado Mayor del ejército describía el Acuerdo como “un gran desastre que amenaza a la seguridad de la República Islámica”.
Parece que el régimen persa vaticina la creación de un frente árabe-israelí en su contra, que disminuya su poder y creciente influencia entre la comunidad chií de los países árabes. Es de esperar, por tanto, que la República Islámica trate de boicotear cuanto pueda la colaboración entre los nuevos socios, e intente aprovechar la ocasión para erigirse en líder del sostenimiento de la causa palestina. Sin embargo, a medida que los Acuerdos vayan cogiendo tracción y otros países se vayan sumando a la iniciativa, cualquier acción de Irán en su contra plantea el riesgo de sumirle en un aislamiento cada vez más acusado.
Además, tampoco deben olvidarse las importantes relaciones económicas mantenidas entre EAU e Irán, con una balanza comercial claramente favorable a la primera, que constituye el principal mercado extranjero para los productos persas dado el agravamiento de las restricciones bancarias y financieras que pesan sobre Teherán. Este aspecto puede pesar de manera importante en cualquier decisión que pueda adoptar Irán para tratar de boicotear el pacto.
- Turquía. Pese a ser uno de los primeros países del mundo en reconocer a Israel -en 1949-, Ankara ha manifestado abiertamente su firme rechazo de los Acuerdos, al entender que constituyen un “suicidio político” y una “traición” a la causa palestina. Aunque las tensiones entre Turquía e Israel se vienen agravando en los últimos años en relación con el dosier palestino (con un amplio sostenimiento público a Hamas por parte del presidente Erdogan), parece que lo que realmente motivaría esa abrupta reacción es que Turquía teme, como Irán, verse aislado en la región ante una nueva alianza árabe-israelí liderada por el Estado hebreo y EAU, a la que podría sumarse de forma desequilibrante su archienemiga Arabia Saudí (con la que mantiene una clara pugna por el liderazgo del mundo musulmán suní). Además, como ya se ha dicho, Turquía mantiene un tenso desencuentro con EAU en el Mediterráneo oriental (tanto en el litigio por el control de las aguas -en el que EAU apoya con gestos a Grecia-, como en Libia -donde respaldan a bandos distintos) y en relación con el papel de los Hermanos Musulmanes.
- Kuwait. El pequeño Emirato -de luto por el reciente fallecimiento del emir Sabah Al Ahmad Al Sabah, verdadero mediador en la región- parece el más reacio de los actuales integrantes del Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo (GCC) a adherirse e incluso a dar la bienvenida a los Acuerdos de Abraham. No en vano, Kuwait City aloja a un importante volumen de la diáspora palestina, y sostiene de forma conciliadora la causa tanto desde su administración como por parte de la propia sociedad kuwaití (que se compone de una importante minoría chií). Por esta razón, no parece probable su incorporación a los Acuerdos a medio plazo, salvo quizás para evitar verse aislado en caso de hacerlo su gran vecina Arabia Saudí.
- Catar. No se ha pronunciado oficialmente hasta el momento, aunque parece que no estaría dispuesta a reconocer nada que no sean la Iniciativa de Paz Árabe de 2002 y la solución de los dos Estados, pese a las buenas relaciones mantenidas -discretamente- con Israel. En los últimos años, viene sufriendo una situación de grave aislamiento por parte de sus vecinos del GCC y de Egipto debido a su defensa de los Hermanos Musulmanes y a la relación mantenida con Turquía e Irán. Sin embargo, EE.UU. estaría tratando por todos los medios de sumarla al pacto, y no en vano ya estudia concederle el estatus de ‘Aliado importante extra-OTAN’ que conlleva grandes beneficios desde el punto de vista del acceso a financiación y material militar de Washington.
- Rusia. Aunque no ha habido una reacción oficial a los Acuerdos, parece que Moscú mantiene una posición ambivalente. Por un lado, Putin mantiene muy buenas relaciones con Netanyahu y Rusia podría aplaudir el pacto por la estabilidad que pueda traer a la zona. Sin embargo, en los últimos tiempos viene afirmando que ninguna paz definitiva puede conseguirse que no pase por la solución de los dos Estados, e insta a la comunidad internacional a no olvidarse de los palestinos. No en vano, Moscú sigue teniendo en su agenda a las diversas facciones palestinas, como demuestran las reuniones de principios de este año del ministro Lavrov tanto con Hamas como con Al Fatah.
- Unión Europea. Desde Europa, especialmente por parte de Francia y Alemania, se remarca la importancia de los Acuerdos y se llama a más países a sumarse a ellos como vía para la pacificación de la zona. Sin embargo, los países europeos instan a que tales Acuerdos sirvan también para retomar el diálogo entre palestinos e israelíes con el horizonte puesto en la solución de los dos Estados, así como que la suspensión de la anexión de Cisjordania sea definitiva.
- China. Pese a dar la bienvenida al pacto, China mantiene su estrategia de los últimos años consistente en no posicionarse demasiado en los conflictos de Oriente Medio, lo que le ha permitido desplegar relaciones económicas con todos los actores implicados sin necesidad de decantarse claramente a favor de uno u otro. Internamente, China se congratula de todo pacto que esté llamado a pacificar y dar estabilidad la región, pues ello favorece sus intereses comerciales y la expansión de su ruta de la seda (la Iniciativa de la Franja y la Ruta que explicamos aquí), aunque desde ciertos sectores de Pekín se teme que los Acuerdos puedan, por el contrario, incrementar la polarización y las tensiones de la zona. China mantiene intensos acuerdos económicos tanto con EAU como con Israel, especialmente en materia de seguridad y alta tecnología, por lo que ve con buenos ojos que sus socios comerciales emprendan relaciones entre ellos. Ahora bien, Pekín es consciente de la necesidad de ser especialmente cauteloso con su otro socio comercial en la región, Irán, que se encuentra actualmente en una situación delicada (tras la retirada de EE.UU. del JSOC y el incremento de la presión sobre el régimen persa) y que se ha declarado amenazado por estos Acuerdos.
Conclusiones. Por un lado, la firma de los Acuerdos materializa la posibilidad de llegar a entendimientos entre países -hasta ahora enfrentados- dirigidos a incrementar la estabilidad de la zona, rompiendo así con la idea -instaurada a fuego en el imaginario colectivo- de que los Estados árabes no podían llegar a acuerdos diplomáticos con Israel debido a su confrontación ideológica en relación con el tema palestino. Además, genera en la comunidad internacional la esperanza de que se sumen más países, en lo que serían pasos muy importantes hacia la paz -esperemos, próxima- entre israelíes y palestinos.
En este proceso hacia la normalización, también es buena noticia el protagonismo adquirido por las nuevas generaciones, representadas por Jared Kushner y el príncipe Mohammed de Arabia Saudí, que pueden proporcionar un nuevo enfoque a un conflicto regional enquistado desde mucho antes de que ambos nacieran.
Por otro lado, sin embargo, no hay que olvidar que pese a haberse presentado como un avance histórico, los Acuerdos de Abraham no constituyen un verdadero tratado de paz ni abordan de forma definitiva el enfrentamiento entre israelíes y palestinos, ni tampoco modifican en forma alguna la situación de los tres conflictos actuales de Oriente Medio (Siria, Yemen, Libia). Por ello, pese a constituir un paso importante para la estabilidad de la zona, no parece que vayan a permitir pacificar la región en el corto plazo, al menos hasta que se produzca la entrada o adhesión de otros actores esenciales (ANP, Arabia Saudí).
En otro plano, los Acuerdos consolidan la influencia de EE.UU. en la región. Pese a su aparente retroceso en la zona del último año, las alianzas tejidas por Trump le permiten a los EE.UU. estar sin estar, conservando su rol de potencia esencial en la región con el objetivo declarado de aislar a Irán y, al mismo tiempo, evitar que China o Rusia aprovechen el vacío dejado por el contingente americano.
Finalmente, en cuanto a nuestro entorno más inmediato, la Unión Europea se mantiene en su línea: ni está ni se le espera. Bruselas sigue mucho más preocupada de sus propios problemas (pandemia, inmigración, Brexit) y, lejos de actuar como un frente común en el campo diplomático, sus miembros (especialmente Alemania y Francia) siguen actuando por su cuenta en importantes cuestiones internacionales como esta. De hecho, el Alto Representante Borrell se ha limitado a dar la bienvenida a los Acuerdos, tras haber instado poco antes a Israel a cancelar de forma definitiva los planes de anexión de Cisjordania. Sin embargo, su ausencia de la foto deja más que patente la cada vez mayor irrelevancia de la UE en la geopolítica de Oriente Medio, al menos como actor regional. Alemania, mientras tanto, ya ha alojado la primera reunión entre Israel y EAU tras la firma de los Acuerdos.