Yibuti, laboratorio geopolítico en el mar Rojo
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Su privilegiada ubicación y su relativa estabilidad política han hecho de la pequeña Yibuti un improvisado campo de pruebas en el que la presencia "vecinal" de países como China, EE.UU., Francia o Arabia Saudí nos ofrecerá, sin lugar a dudas, un escenario a pequeña escala de la geopolítica global de los próximos años.
Contexto.
A pesar de carecer de recursos naturales explotables, de que el desierto impide la agricultura y de que la única actividad importante es la pesquera, la pequeña Yibuti es una de las economías más florecientes de la región, con tasas sostenidas de crecimiento económico cercano al 6% anual. Ahora bien, dicho crecimiento no se traduce en una mejora de las condiciones de vida de su población, pues el país ocupa el puesto 190 en el índice de desarrollo humano y un 23% de los yibutianos se encuentra en condiciones de pobreza extrema. Además, debe subrayarse que se trata de una economía extremadamente dependiente de la vecina Etiopía, pues por sus puertos pasa el 95% de las importaciones marítimas de este país, que carece de salida al mar.
A la ubicación privilegiada se une la relativa estabilidad política que caracteriza desde su fundación a la república independiente. En este sentido, aunque no se puede calificar de régimen dictatorial, sí que viene siendo de facto un sistema político de partido único en el que sólo ha habido dos presidentes -de la misma familia- en más de cuarenta años: el actual -Ismail Omar Guelleh- sucedió a su tío -Hassan Gouled Aptidon- en 1997, si bien ya formó parte de la delegación que negoció con Francia la independencia en 1977. Además, Yibuti constituye un oasis en la región en lo que se refiere a la actividad terrorista, escasa pese a acciones puntuales como el atentado reivindicado por Al Shabaab en un restaurante de la capital en 2014, que causó tres muertos y once heridos (entre ellos, tres soldados españoles).
La importante presencia extranjera y el papel de Yibuti en la geopolítica regional.
Los dos factores mencionados, ciertamente poco comunes en otros países del entorno, han provocado que las grandes potencias mundiales hayan puestos sus ojos en el pequeño Estado africano y durante los últimos años hayan desembarcado sobre el terreno para tratar de aprovechar -tanto económica como militarmente- su innegable ventaja geográfica. En este proceso de desembarco destaca especialmente la presencia de las grandes potencias China y EE.UU., la más limitada de otras naciones como Francia, Italia y Japón (y la sorprendente ausencia rusa), así como, por último, el papel que también puede jugar Yibuti en la geopolítica de sus vecinos regionales más poderosos.
Fuente: "China's Engagement in Djibouti", Congressional Research Service, using ESRI and US State Department data |
- China y EE.UU.
Después del 11-S, EE.UU. decidió establecer la que hoy constituye su única base permanente en suelo africano. Así, actualmente despliega en Camp Lemonnier (base que antaño perteneció a Francia, anexa al Aeropuerto Internacional de Yibuti-Ambouli) unos 3.000-4.000 efectivos de forma continua, destinados a la instrucción de fuerzas locales (el ejército yibutiano cuenta con unos 10.500 efectivos), manejo de drones, despliegue de cazas y fuerzas de intervención para toda la zona del Cuerno de África y Yemen, especialmente en operaciones antiterroristas. No en vano, parece que la actividad de drones llegó a ser tan intensa que tuvo que desplazarse a una pista de aterrizaje operada por Francia en el interior, dada la interferencia con la operativa de los vuelos comerciales y las quejas de los controladores yibutianos.
Por su parte, pese a ser el último país en desembarcar en Yibuti (2017), China lo ha hecho a lo grande, adquiriendo unas instalaciones al lado del puerto de Doraleh que constan de pista de aterrizaje de helicópteros (que por sus dimensiones no permitiría la de aviones), varias edificaciones para la tropa desplegada (alrededor de 700 efectivos), así como un muelle de 600 metros que permitiría el atraque de varias embarcaciones de gran tamaño. Pese a la clara orientación militar de dicha base, la razón oficial esgrimida por Pekín es la de disponer de una “base logística” de apoyo a sus operaciones comerciales, así como la lucha contra la piratería y el terrorismo transnacional. Otros apuntan a la necesidad eventual de disponer de un punto de evacuación rápida de miles de trabajadores chinos repartidos por toda África, especialmente en los lugares más conflictivos del continente (Libia, Somalia, Yemen). Finalmente, desde un punto de vista estratégico, la presencia militar en Yibuti le permite a China adquirir prestigio internacional, alcanzando un estatus de actor global similar al de potenciales contendientes como EE.UU. o Francia, así como conseguir un efecto disuasorio hacia su rival India, ya que junto a su futura presencia en el puerto pakistaní de Gwadar y en las Maldivas, el establecimiento en el mar Rojo le facilita a Pekín disponer de una flota fuera del mar de China y por tanto invulnerable a un potencial bloqueo del estrecho de Malaca.
Desde el punto de vista económico, la ubicación resulta clave para Pekín y, no en vano, ha invertido grandes cantidades en el desarrollo de infraestructuras en lo que pretende convertir en su punto de entrada en el Cuerno de África y pieza clave en el “collar de perlas” de su nueva ruta marítima de la seda, integrando a Yibuti como socio privilegiado en su ambiciosa Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI).
Lee lo que ya escribimos sobre la BRI en nuestro artículo "La Iniciativa de la Franja y la Ruta: Impacto geopolítico para España y la UE"
A tal fin, y como consecuencia de las disputas entre el gobierno yibutiano y la empresa emiratí DP World por un supuesto escándalo de corrupción, China Merchant Holdings se hizo en 2018 con la concesión de la terminal de contenedores del puerto de Doraleh, que ha ampliado considerablemente desde entonces. Además, el puerto tiene acceso directo a la nueva línea férrea de ancho internacional que une Yibuti con la capital etíope Addis Abeba, clave para la introducción de las manufacturas chinas hacia el interior de África Oriental y que también ha contado con la ingente financiación del gigante asiático.
"File:Map of Addis Ababa-Djibouti Railway.png" by Skilla1st is licensed with CC BY-SA 4.0. |
- Europa y Japón.
Pese a reconocer en su momento la independencia de la nueva República de Yibuti, Francia nunca abandonó completamente el territorio. Inicialmente, mediante un acuerdo de protección del nuevo Estado frente a sus vecinos (en ese momento Etiopía y Somalia, en la órbita de la URSS). Sin embargo, con el tiempo París ha sido perfectamente consciente del valor estratégico del enclave yibutiano y ha mantenido una importante presencia todos estos años. Así, las fuerzas desplegadas en Yibuti representan el contingente francés más importante en África y una de las dos bases operativas avanzadas sobre el continente. Disponen de un volumen permanente de 1.500 efectivos así como medios aéreos (incluidos 4 cazas Mirage 2000-5 y varios helicópteros) y navales, gracias a la utilización de sus propias bases. Dicho contingente le permite disponer de una fuerza de reacción rápida que pueda desplegarse en caso de crisis en la región (Cuerno de África y océano Índico), así como contribuir a las operaciones internacionales de lucha contra la piratería (Ocean Shield, Atalanta) frente a las costas de Somalia. Precisamente en el marco de dichas operaciones, las bases francesas acogen además a un importante número de tropas alemanas y españolas. Nuestro país dispone de forma permanente en Yibuti del Destacamento Orión, que comprende unos 55 efectivos y un avión de patrulla marítima P3 Orión destinado a contribuir a la seguridad del tráfico marítimo en la zona, especialmente la de los barcos del Programa Mundial de Alimentos y de las numerosas embarcaciones pesqueras españolas y de otras naciones, así como proporcionar apoyo a otras misiones de la UE en la zona.
La lucha contra la piratería también fue inicialmente el motivo del desembarco de las tropas japonesas en el año 2007, a través de un contingente modesto (alrededor de 150 efectivos) alojado en una reducida base cercana a la estadounidense. Sin embargo, en 2016 Tokio decidió ampliar la base y sus efectivos, llegando a los 600. Oficialmente, con objeto de permitir la eventual evacuación de ciudadanos japoneses en caso de crisis regional, pero oficiosamente como medio de contrarrestar el inminente desembarco de tropas chinas y la creciente influencia de Pekín en la zona. La base de Yibuti constituye así la primera en el exterior de Japón, que adopta de esta manera una postura mucho más expedicionaria que la mantenida en las últimas décadas, en contraste con su propia Constitución (redactada al término de la II Guerra Mundial) considerada pacifista -no en vano impide el uso de la fuerza de forma activa y que sus tropas combatan en el exterior-, pese a la reforma operada en 2014 que pretende englobar esta operación en el concepto de “autodefensa colectiva”.
Por último en orden de volumen de tropas, Italia también decidió implantarse en el pequeño país abriendo su propia base militar permanente en 2013. Dispone así de unos 100 efectivos ubicados en una pequeña base fuera de la capital. Con intereses en la zona desde la época colonial, Italia también es consciente del alto valor estratégico del enclave y su objetivo principal es, como Francia, facilitar el rápido despliegue en caso de crisis así como participar en las operaciones contra la piratería marítima.
- Geopolítica regional.
Yibuti juega un rol importante también en la geopolítica de la región. País de mayoría musulmán suní, se sitúa en la órbita de Arabia Saudí, con quien las relaciones son excelentes. No en vano, Yibuti formó parte en 2015 de la coalición formada por Riad frente a los hutíes en Yemen y se posicionó rápidamente a favor de los saudíes en la crisis con Catar (lo que a la postre motivó la retirada del contingente de paz catarí en la frontera yibutiano-eritrea y la ocupación por parte de Asmara de un pequeño territorio en disputa). Además, Riad estaría muy cerca de establecer una base permanente en el pequeño país, a fin de utilizarla como punto de partida de sus acciones en Yemen, si bien aunque el acuerdo se anunció a finales de 2016, aún se conocen pocos detalles sobre dicha eventual presencia.
Lee más sobre el interminable conflicto de Yemen en nuestro artículo "¿Cuántas guerras caben en Yemen? Los múltiples actores implicados hacen más difícil la paz"
Por el contrario, las relaciones con EAU vienen siendo muy complicadas en los últimos años. Viéndolo como un punto clave para la expansión de sus intereses políticos y económicos en la región, Abu Dabi consiguió en el año 2006 la concesión por 30 años de la importante terminal de contenedores de Doraleh, financiando su construcción y expansión a través de la compañía DP World. Sin embargo, en 2014 el gobierno yibutiano acusó a dicha compañía de haberse hecho con la concesión mediante soborno a un alto funcionario de la autoridad portuaria (hasta entonces íntimo colaborador del presidente Guelleh), anulando el contrato y renacionalizando en 2018 el control de la terminal, que confió poco después a la China Merchant Holdings. Lejos de permanecer impávida, Abu Dabi ha conseguido que varios tribunales y la corte de arbitraje londinenses le den la razón, condenando a Yibuti a una cuantiosa indemnización y a asumir los costes del arbitraje). Para más inri, EAU ha logrado sortear el desplante yibutiano mediante su establecimiento en sus vecinos costeros, Eritrea y la región somalí -independiente de facto- de Somaliland: así, ha obtenido -de nuevo a través de DP World- la concesión del importante puerto de Berbera (Somaliland), dispone de una base militar en Eritrea (utilizada en su campaña en Yemen) y prevé abrir otra en Somaliland. No en vano, mediante la obtención del puerto de Berbera (en joint venture con el gobierno etíope) pretende competir con el yibutiano de Doraleh en relación con las voluminosas importaciones al Cuerno de África. De igual manera, Abu Dabi habría jugado un rol fundamental en el acercamiento y la recuperación de las relaciones entre Etiopía y Eritrea, que desembocó en la firma de un tratado de amistad, la apertura de embajadas y el desarrollo conjunto del puerto del mar Rojo, susceptible de convertirse en otro importante competidor para Yibuti. Todo ello le ha valido un grave empeoramiento de las relaciones diplomáticas con el pequeño país, que ve su esencial tráfico portuario amenazado por ambos nuevos enclaves.
En cuanto al resto de actores de la zona, Yibuti sigue también la línea marcada por Riad, por lo que rompió relaciones diplomáticas con Irán en 2016 después de los asaltos a las misiones diplomáticas de Arabia Saudí en dicho país (medida que fue recibida con sorna por la sociedad iraní).
En cuanto a otro actor de creciente importancia en la región, Turquía, lo cierto es que por el momento Ankara no ha demostrado mucho interés en la pequeña República de Yibuti. No obstante, sus intereses en la zona se ven concentrados en el establecimiento de una base militar en Somalia, país sobre el que ejercería una importante influencia política.
En un plano más amplio, Yibuti ha rechazado sumarse por el momento a los recientes Acuerdos de Abraham auspiciados por EE.UU. No en vano, el presidente Guelleh ha afirmado que su país no establecerá vínculos con Israel hasta que haga la paz con los palestinos, “a los que niegan sus derechos inalienables”, si bien puntualiza “no tener problemas con los judíos como pueblo o con los israelíes como nación”.
Lee más sobre los Acuerdos de Abraham en nuestro artículo "Acuerdo del Siglo, ¿para quién? La normalización de relaciones EAU-Baréin-Israel"
Prospectiva.
A la vista de las razones explicadas, el pequeño Estado de Yibuti lleva camino de convertirse en objeto de la atención mediática internacional en los años venideros.
Por un lado, la gestión de la presencia de tropas de las grandes potencias en un espacio tan reducido no será tarea fácil. Habitualmente separados por varios miles de kilómetros, en este pequeño reducto africano los ejércitos de EE.UU. y China se ven separados por tan solo 10 kilómetros, por lo que resultará interesante observar bajo el microscopio yibutiano cómo interactúan los gigantes que protagonizarán la lucha por el liderazgo mundial en las próximas décadas. Por el momento, aunque Washington vería con lógico recelo el desembarco de las tropas chinas tan cerca de su única base permanente en África, su intención actual sería la de normalizar la relación en un enclave que queda muy lejos de sus respectivos territorios continentales, manteniendo relaciones diplomáticas cordiales. Ahora bien, con un ojo puesto en asegurar el acceso a infraestructuras clave para su presencia en el país, tales como el puerto de Doraleh o el aeropuerto internacional, sobre las que cualquier amenaza podría modificar las pacíficas relaciones practicadas hasta ahora.
Por su parte, China ha negado que su presencia de tropas responda a ningún motivo militar, sino que pretendería más bien un apoyo puramente logístico y de soporte a sus ambiciosos objetivos económicos. En este sentido, aunque las razones esgrimidas por Pekín parecen legítimas y ciertamente probables, no deja de ser cierto que las ingentes inversiones realizadas por China -inicialmente en Yibuti pero con vocación a extenderse por el resto de África oriental-, permitirán a Pekín aumentar de forma exponencial su influencia económica -y, consiguientemente, también político-estratégica- sobre toda la región. Así, se ha advertido desde distintos foros del problema de la “trampa de la deuda” en la que podrían verse atrapados los países receptores de la ayuda china: en el caso de Yibuti, tres cuartas partes de su deuda exterior se deben a los préstamos chinos para el desarrollo de infraestructuras, que coloca al país, según el FMI, en “alto riesgo de crisis de deuda”. Así, países occidentales como EE.UU. o Francia temen que como ha sucedido ya en otros casos (por ejemplo el puerto de Hambantota en Sri Lanka), el impago de la deuda contraída podría desembocar en la asunción de la infraestructura financiada por parte de China, que pasaría así a controlar desde los beneficios hasta quién hace -o no- uso de la misma. De esta forma, se ha planteado que con su financiación de macroproyectos inviables en países en desarrollo, China no solo obtendría importantísimos beneficios desde un prisma económico, sino que podría conseguir hacerse con activos clave que le permitan inclinar la balanza geopolítica a su favor, máxime en un punto estratégico clave como el estrecho de Bab el Mandeb y el Cuerno de África.
Esa creciente influencia china, ya pronosticada como un desafío para EE.UU. desde hace varios años, afectará también por primera vez a los grandes actores de la región. De este modo, lo que las monarquías del golfo Pérsico pretendían convertir en su zona de influencia puede pasar rápidamente a otras manos, antes siquiera de que hayan podido establecerse en la zona. Aunque políticamente el pequeño país estaría en la órbita de Arabia Saudí, la necesidad de inversiones hace que los países del Cuerno de África se hayan orientado principalmente hacia el gigante asiático buscando lo que Occidente no ha querido proporcionar, o al menos no en las mismas condiciones que Pekín. También observa la presencia china con ambivalencia EAU: por un lado, la llegada de la inversión y las empresas chinas le han sustraído el papel de banquero de las grandes infraestructuras yibutianas, como se vio por ejemplo en la retirada de la concesión del puerto de Doraleh a DP World para dársela a la China Merchant Holding. Sin embargo, EAU no quiere que dicho incidente enturbie lo más mínimo sus relaciones con China, que por el momento serían excelentes. No en vano, hasta el momento EAU ha sido un socio preferencial de Pekín en la región MENA, con un comercio bilateral que crece a un ritmo de 10% anual (sobre todo de crudo y gas natural), y un 60% de las exportaciones chinas a la región pasando por los puertos emiratíes. Abu Dabi pretende convertirse así en socio estratégico en la Iniciativa de la Franja y la Ruta, colaborando de forma creciente en aquellos puertos de la región que ya controla, y mimando unas relaciones con Pekín que pueden enriquecer exponencialmente a ambos.
Por tanto, es posible que en dicho juego de intereses la peor parte se la lleve Yibuti. Tras el desplante a EAU en el asunto del puerto de Doraleh (y el consiguiente revés judicial sufrido), Yibuti se ha topado con un influyente actor que puede poner en riesgo la explotación de su privilegiada situación y sus provechosas relaciones con Etiopía. Así, EAU ha actuado raudamente en su búsqueda de alternativas, instalando su base militar en Eritrea y su puerto logístico en Somaliland, de modo que ya no depende del enclave yibutiano para controlar el estrecho y acceder al Cuerno de África. Es más, al desarrollar a sus vecinos y fomentar la paz eritrea-etíope, puede abrir la puerta a un aumento de la competencia regional que no iría sino en detrimento de los intereses del hasta ahora monopolio de Yibuti. Y lo que es peor, tales alternativas portuarias pueden afectar a su estratégica relación con Addis Abeba, que podrá elegir a partir de ahora entre un abanico mayor de posibilidades para dar salida y entrada a su comercio marítimo.
Por último, Yibuti deberá cuidarse muy mucho de no convertirse en un nuevo escenario de los conflictos regionales, especialmente de la guerra fría entre Arabia Saudí e Irán -que tratan de sacar partido en zonas de inestabilidad-, así como del empuje del terrorismo en el Cuerno de África.
En conclusión, las competencias y litigios entre los distintos países “inquilinos” (y con los demás elementos presentes como piratería o terrorismo) pueden generar inestabilidad en el pequeño país, que podría llegar a verse obligado a elegir bando o privilegiar unas inversiones y presencias sobre otras. Al mismo tiempo, la pacificación de sus vecinos puede hacerle perder su posición actual de monopolio como único enclave de estabilidad política y guardián de Bab el Mandeb. Muchos son, por tanto, los factores a monitorizar en los próximos años y que nos permitirán determinar si Yibuti se convertirá efectivamente en “puerta de las lamentaciones” para alguno de los muchos actores presentes o, por el contrario, para el propio pueblo yibutiano.
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