Los hombres de Guterres en el Sáhara Occidental: ¿puede retomarse el diálogo?

El nombramiento de Staffan de Mistura como Enviado Personal de António Guterres para el Sáhara Occidental cubre la vacante dejada por Horst Köhler hace 29 meses y busca recuperar la senda de la negociación en torno a la cuestión saharaui. Sin embargo, en este tiempo el escenario se ha complicado enormemente debido a la declaración de guerra por parte del Frente Polisario, la ruptura de relaciones diplomáticas entre Marruecos y Argelia y el reconocimiento por Donald Trump de la soberanía marroquí sobre la ex colonia española. Habrá que ver si el experimentado diplomático es capaz de sentar de nuevo a las partes a la mesa de diálogo, ofreciendo una vía satisfactoria para todos los actores implicados que ponga punto final a un conflicto ya demasiado longevo. 

Staffan de Mistura - UN Photo/Violaine Martin


El 1 de noviembre Staffan de Mistura asumió su cargo de Enviado Personal del Secretario General António Guterres para el Sáhara Occidental, con la difícil tarea de mediar entre las partes del conflicto sobre el -todavía- considerado territorio no autónomo. 

Difícil elección y perfil cuestionado

La designación de este importante cargo se ha enfrentado a un larguísimo proceso de casi dos años y medio en el que se habrían barajado hasta trece personalidades del más alto nivel, rechazadas sucesivamente por una u otra parte debido a su supuesta cercanía a la contraria. Así, De Mistura fue escogido entre una terna final de candidatos que integraba junto al ex primer ministro rumano Petre Roman y el ex ministro de AAEE portugués Luis Amado, a los que el Polisario se habría opuesto por considerarlos afines a Rabat. 

En el caso de De Mistura, el diario Jeune Afrique señalaba que era Rabat quien inicialmente habría tenido cierta reticencia a aceptar al diplomático debido a su historial de mediador en conflictos bélicos, al creer que dicho perfil podría contribuir a la “campaña de comunicación institucional” del Polisario sobre la existencia de una “guerra abierta”, negada de raíz por Marruecos. Tampoco gustaría en Rabat el hecho de que De Mistura sería supuestamente favorable a una negociación a dos bandas, pues para el Gobierno marroquí resulta fundamental que se involucre también a Argelia en las discusiones. Sin embargo, aceptó finalmente confiando en que su designación sirva para alcanzar una “solución política, realista, duradera y consensuada al conflicto”. 

Experimentado diplomático italo-sueco de 73 años, De Mistura ha participado en casi 30 misiones de Naciones Unidas y ha contado con la confianza de previos Secretarios Generales de la ONU, que le nombraron Representante Personal para el Sur del Líbano (2001-2004), Representante Especial para Irak (2007-2009) y para Afganistán (2010-2011) y Enviado Personal para Siria (2014-2019). Fiel al estereotipo de diplomático de la vieja escuela, con apariencia de aristócrata y riguroso traje, tras una breve experiencia en política italiana como viceministro de Relaciones Exteriores fue director de operaciones de una villa de lujo en Capri, donde esperaba disfrutar de su jubilación hasta que recibió la llamada del ex Secretario General Ban Ki Moon.

Tras su exitoso trabajo en Afganistán e Irak -por el que incluso fue elogiado por el presidente Obama-, su labor en Siria parece haber recibido alabanzas y reproches a partes iguales, tal y como recogía el británico The Guardian. No en vano, se le criticó por no conseguir adherir a la oposición a las conversaciones de paz, centrarse en exceso en obtener pequeñas treguas (el director de Human Rights Watch lo acusaba de emplearse en “esfuerzos quijotescos locales” mientras se olvidaba de la “gran foto”) y, sobre todo, por preferir en su equipo a antiguos colaboradores en lugar de a verdaderos especialistas en la región. La periodista Somini Sengupta del New York Times lo calificó de ser “más conocido por su estilo elegante que por cualquier logro diplomático”, citando fuentes que reconocían que “a veces puede hablar demasiado pronto y demasiado” o censuraban “sus errores diplomáticos y su hipérbole”. Y su propio director político -quien renunció y se convirtió en uno de sus mayores detractores- le tachaba en el tabloide británico de carecer de competencia para el puesto y de perder rápidamente la confianza de los key players: “En lugar de actuar con franqueza, tenía la tendencia a decir a aquellos con quienes se reunía lo que querían oír, y a preocuparse por las consecuencias después”. 

Pese a las feroces críticas, también se ha ensalzado la valentía de De Mistura al asumir el “trabajo más duro del mundo” consistente en mediar en unas negociaciones llamadas al fracaso debido a las posiciones antagonistas de las grandes potencias mundiales, especialmente tras la renuncia de sus dos antecesores en el cargo (incluido el ex Secretario General de la ONU Kofi Annan) ante su frustración por la falta de avances. El secretario general del Norwegian Refugee Council llegó a encomiar su “esfuerzo hercúleo” y la contribución del italo-sueco en hacer el proceso de negociación más inclusivo mediante la incorporación de grupos de la sociedad civil y mujeres. Se le considera un diplomático innovador y creativo, menos encorsetado que sus predecesores por las rigideces de la ONU, así como profundamente concienciado por el sufrimiento de los civiles y los refugiados. Pese a sus valores y elogiados talentos, tras algo más de cuatro años sin obtener el éxito esperado De Mistura renunció por unas “razones puramente personales” que nunca explicó y que confiamos no afecten a su nuevo compromiso para con el Sáhara Occidental. 

Los otros hombres sobre el terreno

De Mistura se une así al Representante Especial del Secretario General y Jefe de la Misión de la ONU para el Referéndum en el Sáhara Occidental (MINURSO), el ruso Alexander Ivanko, quien también fue designado este año como remplazo del canadiense Colin Stewart. Aunque no ha trascendido demasiada información sobre su labor -más allá del currículo en la web onusiana-, posee una prolongada experiencia internacional y ya ejercía de Jefe de Gabinete de la MINURSO desde 2009, por lo que conoce de sobra el conflicto y las tiranteces entre las partes en el amplio territorio sometido al escrutinio de la Misión. Periodista de formación, trabajó como corresponsal en Afganistán y EE.UU. para un periódico ruso, fue portavoz de la ONU en Bosnia en años difíciles (1994-1999), después consejero especial de la OSCE y volvió a la región balcánica como director de la Oficina de Información Pública de la ONU en Kosovo (2006-2009). 

Su nominación fue aparentemente bien recibida por ambas partes, sin que haya suscitado mayor análisis -y desde luego ningún recelo- en los medios de una y otra. Así, el analista marroquí Mohamed Tajeddine Houssaini afirmaba en el diario Le360 que su designación está llamada a “mejorar el rol de la Misión” y “le permitirá comprender y gestionar mejor el trabajo de la MINURSO”, tras la “falta de rigor” de algunas de sus acciones. Ivanko ya fue recibido el pasado septiembre por el ministro de Asuntos Exteriores Nasser Bourita, pero no se ha reunido aun con el Frente Polisario. 

El General Zia y Alexander Ivanko - ONU

Junto a él, cierra el equipo de Guterres el General pakistaní Zia Ur Rehman, comandante de las fuerzas de la ONU (cascos azules), quien también goza de una amplia experiencia internacional, incluyendo la de observador militar en la Misión de Naciones Unidas para la República Democrática del Congo (MONUC). Fue nombrado en 2019 en sustitución del general chino Xiaojun Wang como segundo al mando del contingente de la MINURSO, compuesto de 235 personas procedentes de 39 países, entre observadores militares (208), tropas (27 efectivos, procedentes de Bangladés y Ghana) y policía civil (actualmente ninguno). 

ONU
El problema que se viene achacando a la misión onusiana (prorrogada recientemente un año más por el Consejo de Seguridad), es el de haberse establecido como una mera observadora de los incumplimientos de los acuerdos por ambas partes, pues su escaso personal y recursos hacen imposible ejercer un mantenimiento de la paz efectivo a lo largo de un muro de más de 2.700 kilómetros. Así, su mandato oficial se reduce a monitorizar el alto el fuego, reducir la amenaza de minas y dispositivos explosivos y, desde hace unos años, proporcionar apoyo logístico a la ACNUR (cuya acción fue no obstante suspendida en 2014). En cambio, se ha criticado que la misión ni siquiera realiza una labor de supervisión del respeto de los derechos humanos -como sí hacen otras misiones de la ONU-, pues dicha tarea habría sido suprimida expresamente de su catálogo de funciones debido a la oposición francesa en el Consejo de Seguridad. En este sentido, pese a que en su resolución 2548(2020) el Consejo de Seguridad instaba a las partes a una mayor cooperación con el Alto Comisionado para los Derechos Humanos, lo cierto es que este organismo -según afirma el propio Guterres- “ha sido incapaz de realizar ninguna visita al territorio por sexto año consecutivo”. 

Qué se ha hecho hasta ahora

La labor de De Mistura para reencauzar las negociaciones será complicada y el italo-sueco encontrará serios problemas para tener el mismo éxito que su predecesor. 

No en vano, el presidente alemán Horst Köhler, en el cargo entre 2017 y 2019, logró en solo dos años importantes avances en el proceso de paz, en claro contraste con su antecesor -el americano Christopher Ross- quien pese a ocupar el puesto más de ocho años no llegó a mantener una verdadera mesa oficial de diálogo (más allá de varias rondas de conversaciones “informales”) y se vio forzado a abandonar su cargo al ser ya desde 2012 calificado de “pro Polisario” por Marruecos, que consideraba además su trabajo “no equilibrado y sesgado”.  

Lo cierto es que el proceso se encuentra en un claro impasse de difícil avance dadas las posturas fuertemente encontradas. Tras los sendos Planes Baker I (aceptado por Marruecos, rechazado por el Polisario) y II (aprobado por el Consejo de Seguridad pese al rechazo de Rabat por incluir un referéndum final sobre la independencia), en 2007 ambas partes lanzaron sus propias versiones de una solución: por un lado, la propuesta del Frente “para una solución política mutuamente aceptable” (en la que reiteraba simplemente su adhesión a Baker II) y, por el otro, la “Iniciativa Marroquí para la negociación de un Estatuto de Autonomía para la Región del Sáhara” (presentada un día después y basada en el Plan Baker I). Desde entonces, no se ha anunciado ninguna solución alternativa por ninguna de las partes, si bien la vía del plebiscito y de la plena independencia parece cada vez más lejana, a la vista de que las propias resoluciones del Consejo de Seguridad no hablan ya de referéndum desde hace años.

Horst Köhler - UN Photo/Violaine Martin 
Pese al aparente bloqueo, Köhler gozaba del respeto de las partes (incluidos los vecinos) y consiguió sentarlas hasta dos veces en torno a la mesa de diálogo. Así, en diciembre de 2018 y marzo de 2019 se celebraron sendas rondas de conversaciones en Ginebra, con representación de Marruecos, Argelia, Mauritania y el Frente Polisario. En ellas, las partes destacaron la atmósfera diferente respecto de anteriores reuniones y manifestaron su voluntad de mantener el diálogo en el futuro próximo. El propio Guterres parecía optimista aunque cauteloso por la “desconfianza mutua”, por lo que instaba a la comunidad internacional a implicarse de forma robusta a fin de “encontrar una solución política justa, duradera y mutuamente aceptable”. 

El buen tono de diálogo logrado pareció enturbiarse cuando en abril de 2019 Marruecos remitió al Enviado Personal Köhler una carta en la que exigía mayor implicación de Argelia, alegando que Rabat ya había presentado una propuesta de resolución del conflicto y exigiendo que la otra parte mostrase “el mismo nivel de compromiso y un deseo real de moverse hacia una solución”. Tan solo un mes después, la dinámica de aparente entendimiento se paralizó sin causa aparente cuando el Enviado Personal renunció al cargo por “motivos de salud”. 

Perspectiva complicada  

En su último informe sobre la situación del Sáhara Occidental para el Consejo de Seguridad, Guterres empleaba la tan manida expresión de “deeply concerned” que viene utilizando la alta diplomacia para manifestar su preocupación sobre determinados hechos sin verse obligados a posicionarse en favor de una u otra parte, evitando así las posibles represalias de la contraria. Efectivamente, la situación ha degenerado enormemente desde la renuncia del Enviado Personal Köhler en mayo de 2019 y dificulta en gran medida la labor de Staffan de Mistura.  

En estos 29 meses, diversos acontecimientos han aumentado la tensión entre las partes, encontrando su primer hito en los choques de El Guerguerat de noviembre de 2020, cuando el ejército marroquí desalojó por la fuerza a unos manifestantes saharauis que bloqueaban la carretera que une la zona controlada por Marruecos con Mauritania -a través de una franja supuestamente desmilitarizada por los acuerdos de paz de 1991-. 

Lee lo que ya escribimos sobre los sucesos de El Guerguerat en nuestro artículo ¿Qué pasa en el Sáhara Occidental? Claves del enfrentamiento en la ex provincia española

Dicha incursión provocó la reacción bélica del Polisario, que declaró unilateralmente el fin del alto el fuego y la reanudación del conflicto, iniciando lo que Guterres califica de “hostilidades de baja intensidad” que, por supuesto, son observadas de forma diferente por las partes. Como se recoge en el mencionado informe, mientras para el Frente Polisario “todo el territorio del Sáhara Occidental se ha convertido en una zona de guerra abierta”, Marruecos insiste en la “total ausencia de conflicto armado”. En todo caso, la Misión es incapaz de verificar los supuestos enfrentamientos, pues aunque su acción al oeste del muro permanece normal, al este el Polisario le ha puesto bastantes impedimentos, que alega “necesarios para garantizar la seguridad del personal de MINURSO dado el estado de guerra”.  

Un mes después de los incidentes, en los últimos días de su presidencia Donald Trump firmaba una declaración reconociendo la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental, en contraprestación por la reanudación de relaciones diplomáticas entre Rabat y Tel Aviv como extensión de sus Acuerdos de Abraham. El reconocimiento estadounidense motivó a Marruecos a realizar una ofensiva diplomática para que otros países se sumaran a la iniciativa, pero el rechazo por parte de las capitales europeas degeneró en choques diplomáticos con Alemania y España (a lo que se sumó el tratamiento del líder del Polisario Brahim Ghali en un hospital español con la consiguiente crisis migratoria). Pese al masivo rechazo occidental, hasta catorce países han manifestado en este periodo su deseo de abrir una delegación consular en El Aaiún o Dajla en respaldo a las aspiraciones marroquíes e incluso Colombia ha sido el primer estado sudamericano en “extender la jurisdicción consular de su embajada en Marruecos” al territorio del Sáhara Occidental. 

Al conflicto estrictamente territorial se une la creciente hostilidad entre Marruecos y Argelia, tradicional y principal valedor internacional del Frente Polisario. El respaldo público por parte de Rabat a las reivindicaciones de autodeterminación del pueblo cabilio (grupo bereber) entraría en las calificadas por el gobierno de Tebboune de “decisiones hostiles hacia Argelia”, sumadas a la acusación de estar detrás de los diversos incendios que sufrió el país este verano. Por ello, en agosto se anunció la ruptura de relaciones diplomáticas, seguida en septiembre de la prohibición para los vuelos marroquíes de atravesar el espacio aéreo argelino. En los últimos días ha aumentado considerablemente la tensión, tras el abandono por Argelia de la mesa de dialogo sobre el Sáhara, el cierre del gasoducto que une ambos países y que conduce el gas hacia Europa por el estrecho de Gibraltar -por el que Rabat no solo obtenía gas gratis sino unos derechos de tránsito de cientos de millones de euros- y, esta semana, el supuesto bombardeo de tres camiones argelinos al este del muro del que Argel acusa a Rabat.   

El tercer gran foco de discusión se refiere a la explotación por Marruecos de los recursos del Sáhara Occidental. La reciente sentencia del Tribunal General de la Unión Europea, anulando los acuerdos comerciales con Marruecos por pretender extenderse al territorio sin el consentimiento del pueblo del Sáhara Occidental, no ha frenado las pretensiones de Rabat, convencida de que dicha decisión será apelada por los gobiernos europeos. Además, el Gobierno marroquí ya estaría otorgando a compañías israelíes el derecho a la prospección de petróleo y gas en las aguas adyacentes al territorio. 

Lee lo que ya escribimos sobre la sentencia del TG en nuestro artículo La justicia exige a la UE obtener el consentimiento del "pueblo del Sáhara Occidental"

Es en este contexto de alta temperatura en el que se espera que opere el flamante Enviado Personal. Ciertamente, su nombramiento ha sido aceptado por la comunidad internacional como paso necesario para retomar el diálogo. Es destacable en este sentido la bienvenida ofrecida por el Secretario de Estado Blinken, que promete apoyar “activamente sus esfuerzos para promover un futuro pacífico y próspero para el pueblo del Sáhara Occidental y la región”. Sorprende así que Washington le respalde para “continuar el proceso político dirigido por la ONU” cuando formalmente sigue vigente la declaración de Trump reconociendo la soberanía marroquí -que Biden aun no ha revertido-, que se saltaba cualquier proceso negociado de autodeterminación auspiciado por Naciones Unidas. 

UN Photo/Loey Felipe
En este complejo escenario de posiciones fuertemente enfrentadas, múltiples implicaciones geopolíticas y -no olvidemos- cientos de miles de personas pendientes de su futuro desde hace más de treinta años, el nuevo Enviado Personal deberá hacer gala de su experiencia y tratar de reimpulsar el diálogo para alcanzar una “solución política realista, práctica, duradera y mutuamente aceptable” -en los términos utilizados por la última resolución 2602(2021) del Consejo de Seguridad-. El volátil contexto y la profunda desconfianza entre las partes implicadas obligarán a De Mistura a caminar por una cuerda muy fina, en la que el menor tropiezo podría llevarle a ser tachado de “pro marroquí” o “pro polisario”.

Por ello, gran parte del éxito de su misión dependerá de si a sus 73 años se sigue considerando, como hiciera en el pasado, el mismo “optimista crónico”. 


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