España abandona su neutralidad sobre el Sáhara Occidental: ¿Error histórico o maniobra necesaria?

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El pasado 18 de marzo saltaba la noticia cuando la Casa Real marroquí daba parte de la carta enviada días antes por el presidente del Gobierno español a Mohammed VI. En dicha misiva, Pedro Sánchez habría expresado al monarca alauí la necesidad de “construir una nueva relación”, a la vez que habría alabado los “esfuerzos serios y creíbles de Marruecos en el marco de Naciones Unidas para encontrar una solución mutuamente aceptable” para la cuestión del Sáhara Occidental. La polémica, sin embargo, surgía unas líneas más adelante, donde el presidente reconocía el Plan de Autonomía propuesto por Rabat en 2007 como “la base más seria, realista y creíble para la resolución de la disputa”.  Defendido a capa y espada por el ministro Albares en sus diversas comparecencias posteriores y respaldado desde algunas cancillerías europeas, el reconocimiento ocupó durante varias jornadas las cabeceras de nuestro país. Muchos criticaron el cambio de postura del Gobierno español calificándolo de error histórico o incluso de cesión a nuestro vecino del sur. Tres meses después del anuncio, continua sin estar claro si se trató de un movimiento de pura realpolitik precipitado por los acontecimientos globales o de una decisión meditada y estratégica enmarcada en un plan más amplio. Analizamos algunos factores que han podido influir en este nuevo hito en las relaciones bilaterales. 

El conflicto en Ucrania

La invasión rusa de la ex república soviética ha sido, probablemente, uno de los factores desencadenantes de los acontecimientos. Primero, porque la propia atención mediática que ha suscitado este conflicto hace que el paso adoptado por España haya quedado en un discreto segundo plano, con escasas referencias más allá de nuestras fronteras. Segundo, porque ha obligado a los contendientes, Marruecos y Argelia (principal valedor de la autodeterminación del Sáhara) a posicionarse en la escena internacional, alterando temporalmente su tradicional juego de alianzas. 

UN Photo/Evan Schneider

Por un lado, Rabat sorprendió a sus partners occidentales al no estar presente en la moción de condena de la invasión rusa promovida en la Asamblea General de la ONU, ni tampoco tomar posición expresa sobre el conflicto como integrante de la Liga Árabe. Aparentemente, nuestro vecino no querría enemistarse con un miembro permanente del Consejo de Seguridad (con capacidad de veto sobre cualquier resolución en la materia) cuando ve acercarse su objetivo en el Sáhara Occidental (que considera sus “Provincias del sur”). La postura de perfil adoptada por Rabat habría causado cierta preocupación en Washington, si bien se ha evitado criticar públicamente el movimiento ante la apremiante necesidad de fortalecer el grupo de países de los Acuerdos de Abraham. Del mismo modo, el silencio marroquí tampoco ha sido censurado por otras cancillerías occidentales, y únicamente habría provocado la llamada a consultas de la embajadora de Ucrania en Marruecos ante su “incapacidad para defender los intereses del país”.  

Por su parte, Argel se ha visto en una situación comprometida como consecuencia de la invasión rusa. Su tradicional relación con Moscú, principal valedor y suministrador de armas a la ex colonia francesa, hace que sus partners occidentales estén mirando con lupa sus movimientos. Lejos de respaldar expresamente la ofensiva, optó por la abstención en la votación de condena de la ONU, en lo que se puede entender como una muestra de la intención de mostrarse neutral y no soliviantar a ninguno de los dos polos, mientras se posiciona como proveedor gasístico alternativo en los mercados internacionales ante el eventual corte del suministro ruso. 

Choque por el liderazgo magrebí

El momento concreto que atraviesan las relaciones entre los vecinos magrebíes también constituye un factor importante en la decisión española. Desde finales de 2019, las tensiones han aumentado considerablemente entre dos rivales tradicionales que tratan de hacerse con el liderazgo de la región.

La asertividad marroquí y el acercamiento de Rabat a Tel Aviv en el marco de los Acuerdos de Abraham, unido a la defensa del movimiento independentista de la Kabilia (al que se enfrenta Argel), motivaron la ruptura de relaciones entre ambos países, inflamadas por otros incidentes como los masivos incendios en Argelia (de los que culpa a Marruecos), el cierre del espacio aéreo a los vuelos marroquíes o el supuesto bombardeo (negado por Rabat) de un convoy de camiones argelinos que transitaban al este del muro de arena del Sáhara Occidental, que provocó la muerte de tres personas. 

Pese a todo, se ha afirmado que no es probable que se produzca una hostilidad abierta o enfrentamiento bélico entre ambos países, al menos en las circunstancias actuales y mientras ningunos de los dos cambie de forma sustancial su comportamiento. Pese a las continuas quejas y demostraciones de condena por parte de Argelia, la diplomacia argelina se caracteriza por su discreción y calma, y no parece que quiera alterar demasiado su estatus en un momento global en el que sus socios le exigen estabilidad para incrementar sus relaciones comerciales. Además, pese a sostener públicamente al Frente Polisario y protestar por el hostigamiento por parte del ejército marroquí, algunas fuentes indican que no se ha apreciado un incremento sustancial en el suministro de armas a la milicia independentista, aspecto que sí podría en cambio provocar una mayor belicosidad por parte de Rabat y una escalada de las hostilidades.

EE.UU. y los Acuerdos de Abraham

Se ha señalado, en tercer lugar, el papel que podría haber desempeñado Washington en la polémica declaración del Gobierno Sánchez. 

Si bien el presidente Biden no ha respaldado explícitamente el reconocimiento efectuado por su predecesor de la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental, lo cierto es que tampoco se ha producido la censura pública de dicha declaración presidencial de Trump. Washington atribuye enorme importancia a sus relaciones con Rabat, a quien considera socio estratégico en la región y tradicional aliado (no en vano, fue el primer país en reconocer la independencia de EE.UU.), por lo que no desea poner en riesgo dichas relaciones dando un paso en falso en un dosier clave para Marruecos. 

The White House
EE.UU. pretende con ello además fortalecer el grupo de países de los Acuerdos de Abraham, al que se incorporó Marruecos tras el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Israel. No en vano, se ha apuntado que el apoyo estadounidense a los planes marroquíes constituyó un elemento decisivo a la hora de sumar a Rabat al club de los Estados de confesión musulmana que han iniciado (o restablecido, en este caso) relaciones diplomáticas con Tel Aviv, tras los reconocimientos efectuados por EAU, Baréin o Sudán. 

Por ello, pese a la ausencia marroquí de la votación de condena de la invasión rusa en la Asamblea General de la ONU, el propio Secretario de Estado Blinken ha evitado cualquier tipo de censura. Muy al contrario, en su reciente visita a nuestro vecino, posterior a la declaración de Sánchez, aprovechó para respaldar de nuevo el plan de autonomía marroquí, que califica como “serio, creíble y realista, y un enfoque potencial para satisfacer las aspiraciones del pueblo del Sáhara Occidental”, además de agradecer el “apoyo” marroquí a la misión del Enviado Especial de la ONU Staffan de Mistura. 

No en vano, en la rueda de prensa posterior a la reunión con Blinken, el ministro Bourita mencionaba el cambio de postura de España y aprovechaba el respaldo estadounidense para instar a los países europeos a “salir de su zona de confort y a adoptar una postura activa en la búsqueda de una solución, en lugar de una meramente pasiva de respaldo del status quo”. 

Podría deducirse por tanto, pese a la negación expresa por parte del Gobierno español, que la nueva declaración de Sánchez se alinea con la política estadounidense en el llamado Diálogo Estratégico con los países de la región; no en vano, la presencia de Blinken era anticipada tan solo dos semanas antes por la reunión separada de los protagonistas con la vicesecretaria de Estado Wendy Sherman, quien el 7 de marzo rendía visita al ministro Albares en Madrid, al día siguiente al ministro Bourita en Casablanca y, tan solo dos días después, visitaba Argel y se reunía con el presidente Tebboune. 

La postura de la UE 

Otros analistas han señalado a Bruselas como fuente de presión al Gobierno de Pedro Sánchez. En un momento de crisis migratoria sin precedentes, en que varios millones de ucranianos han abandonado su país hacia la Unión Europea (fundamentalmente Polonia), Bruselas y los Estados miembros han reaccionado con más celeridad que en crisis anteriores permitiendo la libre circulación de los refugiados. Sin embargo, la Comisión es consciente de que la buena acogida dispensada a los huidos de la guerra no ha sido habitual en otros casos, especialmente con la masiva llegada anterior de sirios y afganos. Es por ello que lo más seguro es que Bruselas desee evitar, de momento y mientras se gestiona la llegada de los ucranianos, episodios de emigración masiva como los de Ceuta del año pasado, que en su inmensa mayoría se trata de migrantes magrebíes o del Sahel, que son recibidos con mayor oposición en Europa. 

Lo cierto es que además, el Ejecutivo comunitario viene adoptando una posición de facto tendente a reconocer, cuanto menos, el control por parte de Marruecos del Sáhara Occidental y sus recursos económicos. No en vano, en los últimos años ha suscrito diversos acuerdos económicos con Rabat, que se extienden tanto a las aguas como al territorio de la ex provincia española, con el fin de permitir la explotación económica por parte de empresas europeas y el intercambio de productos originarios de los mismos con beneficios aduaneros. La censura de dichos acuerdos por parte del Tribunal General no ha frenado al Ejecutivo comunitario, que ha presentado recurso ante el Tribunal de Justicia de Luxemburgo, cuya decisión se espera en los próximos meses. 

Lee lo que ya escribimos sobre la sentencia del Tribunal General en nuestro artículo La Justicia exige a la UE obtener el consentimiento del "pueblo del Sáhara Occidental"

Bruselas reconoce así la importancia clave desde un punto de vista económico frente a posibles competidores (Rusia, Israel, Reino Unido) y ha tratado hasta el momento de sortear las preocupaciones en materia de derecho internacional y de derechos humanos con la clara intención de posicionarse como socio estratégico de Rabat en este aspecto. No en vano, la Comisión y el Alto Representante Borrell han calificado la decisión de España como “beneficiosa para la implementación del partenariado euro-marroquí”. 

Se desconoce igualmente el papel jugado por Alemania en el paso adoptado por el Gobierno español. La potencia europea, en los últimos meses de la administración Merkel, fue objeto de la ira de Marruecos debido a su reacción tras la declaración de Trump, al solicitar una reunión a puerta cerrada del Consejo de Seguridad de la ONU para tratar del asunto. La negativa a sumarse al reconocimiento mostrada por Berlín provocó la ruptura de relaciones diplomáticas y la retirada del embajador marroquí. Sin embargo, la investidura del nuevo gobierno de Schultz, con la “verde” Boeleck al frente de la cartera de Exteriores, provocó un cambio inmediato (una de las primeras medidas tras la asunción del ministerio) en el tratamiento de la crisis. No en vano, a través de un comunicado oficial el diciembre pasado, ensalzaba la importancia de las relaciones entre los dos países (calificando a Marruecos de “importante enlace” y “socio central” y felicitándole por su “papel clave en la preservación de la estabilidad y la promoción del desarrollo sostenible en la región”). En el asunto del Sáhara Occidental, reconocía la “importante contribución” que representaba el plan de autonomía de 2008. Aunque ciertamente no llegaba a respaldar de forma prioritaria la propuesta marroquí como ha hecho nuestro gobierno, el comunicado tuvo el efecto pretendido, con el restablecimiento de relaciones normales entre ambos países. Como nuevo aliado de Rabat en el centro de Europa, cabe plantearse si el canciller Scholtz podría haber ejercido cierta influencia sobre Sánchez en la visita que éste le brindaba pocos días antes del anuncio del nuevo approach.

Competidores en el Estrecho

El último factor en clave exterior puede ser quizás la aparición en escena de otros países que eventualmente podrían convertirse, como lo demuestran algunos movimientos en meses recientes, en importantes competidores de nuestro país en su esencial área de influencia en el Estrecho. 

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El primero de ellos es Reino Unido. Tras el Brexit, Londres viene tratando de posicionarse en la escena internacional con una voz propia y diferente de la de la Unión Europea, buscando conservar su papel de potencia mundial una vez fuera del club comunitario. Para lograr ese objetivo y dada la normal reticencia de sus ex socios a facilitarle la vida en solitario, Reino Unido estaría tratando de encontrar otros socios entre sus aliados más tradicionales, como demuestra el acuerdo AUKUS suscrito en materia de defensa con EE.UU. y Australia. Entre esos nuevos socios podría, además, encontrarse Marruecos, país del que -Gibraltar mediante- únicamente le separan unos pocos kilómetros del otro lado del Estrecho. En los últimos meses se publicaba un acuerdo por el que una compañía británica se encargaría de tender un cable submarino para recibir electricidad procedente de fuentes renovables en Marruecos. En 2019, ambos países firmaron un acuerdo comercial que desde entonces se ha extendido a otros ámbitos como defensa o ciberseguridad. Y en relación al Sáhara Occidental, Londres ha respaldado la reciente resolución 2602 del Consejo de Seguridad de la ONU que rechaza las "medidas unilaterales" del Frente Polisario (como la ruptura del alto el fuego posterior a los enfrentamientos de El Guerguerat). 

El otro actor que viene entrando en escena recientemente sería Israel. La reciente incorporación de Marruecos a los Acuerdos de Abraham, que motivaron -bajo el impulso de Washington- el reconocimiento de Israel por parte de EAU y Baréin, ha hecho que Rabat haya hecho un importante amigo en la escena internacional. A la firma de varios acuerdos en materia económica y de defensa (llegando incluso a producirse la entrega de drones o software de espionaje por parte de Tel Aviv), con presencia de ministros israelíes en Rabat, le ha seguido la reciente reunión con los otros miembros de ese selecto club (más Egipto), en lo que se ha interpretado como una escenificación de un nuevo polo de países que pretende tener voz propia en Oriente medio y el norte de África. Otro de ellos, EAU, se estaría convirtiendo en uno de los principales inversores en Marruecos, además de respaldar expresamente la soberanía sobre el Sáhara Occidental, materializada en el establecimiento en 2020 de un consulado en El Aaiún.  

Clave interna.

La atención mediática atraída por el conflicto bélico en Ucrania se ve también aprovechada por Madrid para llevar a cabo un movimiento clave en política exterior. No en vano, pese a que el asunto ha suscitado en estos meses una cobertura extensa en los medios nacionales, no es comparable a la que podría haberse generado en otro momento de menor convulsión política mundial. El monopolio por la invasión rusa de las cabeceras nacionales y globales hace que pese a las comparecencias del presidente Sánchez y el ministro Albares en el Congreso, solventadas sin excesiva oposición, y la visita posterior de ambos al monarca durante el final del Ramadán, el asunto ha quedado semi enterrado entre el resto de actualidad. 

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En este aspecto, aunque desde la izquierda se critica el abandono a los saharauis, y desde la derecha el abandono unilateral y sin consenso de una posición histórica en política exterior, ningún grupo ha elevado en exceso el tono.  

Lo cierto es que en clave de partidos el paso adoptado también tenía sus evidentes implicaciones. El Gobierno español es consciente de que cada capítulo de migración masiva provoca un auge de la derecha y extrema derecha, por lo que, en un contexto de elecciones legislativas en 2023, el Gobierno no puede permitirse otro verano de pateras llegando a nuestras costas, de forma que era necesario cerrar la crisis con Marruecos y recuperar la colaboración en esta materia. 


Posición histórica de España. 

Desde su precipitada salida del territorio en 1976, España ha mantenido una posición pública de neutralidad en relación con el devenir de su ex colonia. En este sentido, pese a que la ONU sigue considerando a nuestro país como potencia administradora del territorio no-autónomo, Madrid se ha remitido durante las últimas cuatro décadas a la necesidad de un proceso negociado en el marco de Naciones Unidas y “mutuamente aceptable”

Sin embargo, desde la publicación por parte de Marruecos de su plan de autonomía en 2007 y, especialmente, durante la última década, los sucesivos Gobiernos españoles han ido alterando sutilmente los términos utilizados en sus declaraciones públicas. Así, en 2012 y 2015, tras sendas reuniones de alto nivel entre los dos países, el Gobierno de Mariano Rajoy saludaba "los esfuerzos serios y creíbles de Marruecos”, en el contexto de la Resolución 2218 del Consejo de Seguridad y referidos a  específicamente a la propuesta marroquí de autonomía para el territorio, en lo que se podría interpretar como un paso discreto en la dirección ahora consolidada. Además, España ha llevado a cabo una discreta labor diplomática a favor de Marruecos, abogando entre bambalinas por la propuesta marroquí y defendiendo los intereses de Rabat en otros foros como la propia UE (como ejemplifica el apoyo a los acuerdos comerciales UE-Marruecos y su pretendida extensión al Sáhara Occidental, bloqueada por el Tribunal General). 

El Gobierno Sánchez, siguiendo su postura tradicional de partido y seguramente presionado por sus socios de Gobierno, trató inicialmente de vincularse de nuevo a la senda onusiana y la necesidad de la “solución mutuamente aceptable”, personificada en las diversas declaraciones de la ministra González Laya a raíz de los choques del paso fronterizo del Guerguerat de octubre de 2020. 

Lee lo que ya escribimos sobre los sucesos de El Guerguerat en nuestro artículo ¿Qué pasa en el Sáhara Occidental? Claves del enfrentamiento en la ex provincia española

Posteriormente, el reconocimiento por parte de Trump de la soberanía marroquí llevó a Rabat a invitar a Madrid a sumarse al reconocimiento, si bien la negativa del Gobierno español (sumado a la acogida del líder Polisario Brahim Ghali) desencadenó la crisis migratoria del pasado año (saldada con la sustitución de la ministra) y la diplomática terminada ahora a través de la declaración de Sánchez. 

Reacciones en Marruecos y Argelia. 

Las reacciones en los medios oficialistas marroquíes han sido de acogida ante el viraje en la política española. Pocos días después de la nota de prensa, Rabat anunciaba el retorno de la embajadora Benyaich a Madrid así como la celebración de una reunión de alto nivel entre Mohammed VI y Pedro Sánchez (quien acudió acompañado del ministro Albares) durante la fiesta del final del Ramadán. La última reunión, que debía haberse producido en diciembre de 2020, había sido súbitamente cancelada (por dificultades vinculadas al COVID) en el contexto del reconocimiento por Trump de la soberanía marroquí sobre el Sahara Occidental que algunos colocan como precursor -y reactivo- de la crisis diplomática entre los dos países. 

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En cuanto a Argelia, cabe preguntarse si conocía de antemano el movimiento del Gobierno español, y si hubo algún tipo de participación estadounidense en ayudar a calmar los ánimos en Argel. La reacción argelina ha sido la esperada: calificar el movimiento español de “traición” a los saharauis, llamar a consultas a su embajador en Madrid, o escenificar su malestar tras reunirse con Italia (a quien ya ha presentado como su principal socio gasístico a partir de ahora) y manifestar que aunque cumplirá sus acuerdos de suministro, no descarta replantearse los precios aplicados a España. En las últimas semanas, además, Bruselas se vio obligada a intervenir llamando a Argelia a respetar el Acuerdo de Asociación con la Unión Europea, tras el anuncio por Argel de la suspensión del Tratado de Amistad suscrito con Madrid en 2002 y las discretas restricciones de índole comercial al impedir las domiciliaciones bancarias de las exportaciones españolas a dicho país. Aunque Argel se vio obligada a recular cesando incluso al ministro de Finanzas, insiste en calificar de “injustificable” la nueva posición del presidente Sánchez sobre el dosier del Sáhara Occidental.  

En este sentido y pese a dicha escenificación, los expertos consideran que es improbable que a medio plazo Argelia adopte algún tipo de represalia más grave frente a España utilizando sus reservas de gas como arma. En un contexto en el que puede erigirse como fuente de energía para toda la UE y solución alternativa a los gasoductos rusos, Argel no puede permitirse demostrar inestabilidad y desaprovechar así la oportunidad frente a otros competidores (Catar o EE.UU., entre otros), teniendo en cuenta los altos precios del mercado actual. En efecto, Argelia se ha demostrado un proveedor fiable con reputación de cumplidor, pues no en vano nunca cortó el suministro a Marruecos, pese a la grave crisis entre ellos, hasta que se produjo a finales del año pasado la expiración del contrato en vigor sobre el gasoducto del Magreb (GME). 

Conclusiones.

Parece mentira cómo unas pocas palabras aparentemente insignificantes pueden suscitar las más iracundas reacciones y el viraje en la política internacional mantenida por un país durante más de 45 años. Pero en diplomacia las palabras son fundamentales y pueden constituir la diferencia entre unas relaciones cordiales o la máxima enemistad entre dos países. 

La reciente toma de posición por parte del Gobierno español, considerando la propuesta marroquí como “la base más seria, realista y creíble para la resolución de la disputa”, otorga a esta una posición de preferencia sobre la alternativa Polisaria y altera el equilibrio y la neutralidad defendida por nuestro país desde su salida del territorio. Aunque desde el Gobierno se insiste en llamar a la resolución del conflicto en el seno de Naciones Unidas, lo cierto es que ya no se insta como hasta ahora a una “solución mutuamente aceptable” (y mucho menos al referéndum, que quedó hace tiempo descartado), sino que se da prevalencia a la opción marroquí, que pasa por otorgar cierta autonomía al territorio perpetuando la situación actual. Por esta razón, si bien durante años España ha mantenido una discreta diplomacia de apoyo a Marruecos en la cuestión, y aunque la Comisión Europea ya mantenía un reconocimiento de facto del control marroquí del territorio mediante los tratados comerciales, lo cierto es que sí se puede calificar de viraje histórico de nuestra política exterior (que no tiene parangón en nuestro entorno, ni siquiera en Francia) por ser la primera vez que se declara públicamente la preferencia por una de las posibles soluciones a la situación de la ex colonia. 

Dicho esto, ¿por qué alterar así el statu quo? ¿Gana algo España con este cambio de postura? Tres meses después del viraje, aun no conocemos por qué se produjo realmente el histórico pronunciamiento y cuáles fueron los términos en los que se suscribió el supuesto acuerdo con Marruecos. Tanto Albares como Sánchez se han congratulado del nuevo rumbo de las relaciones con Rabat y han defendido la importancia del gesto para “desencallar” el asunto del Sáhara Occidental y para recuperar una cooperación con Marruecos que resulta clave en materia migratoria y de seguridad y para el respeto de la integridad territorial (de Ceuta y Melilla, hemos de entender). Sin embargo, a la vista de que no parece que el flujo migratorio desde Marruecos haya descendido en exceso, muchos se plantean qué es lo que ha ganado España al dar tan trascendental paso en política exterior. 

Probablemente no llegaremos a conocer las razones exactas ni las condiciones en que se ha suscrito esa nueva hoja de ruta con el vecino del sur. No obstante, lo que sí podemos deducir en este momento es que más que seguir una estrategia clara y definida con mucha anterioridad, el Ejecutivo español parece haberse guiado por motivos de estricto y puro pragmatismo político -o realpolitik- derivado de las circunstancias actuales, manifestado en tres ámbitos claros. 

Por un lado, pragmatismo en clave de seguridad ante la situación de vulnerabilidad a la que nos enfrentamos por la creciente inmigración procedente de África y el riesgo que supone el yihadismo en la zona del Sahel, aspectos ambos en los que España (y por extensión la UE) requiere de la colaboración estrecha de Marruecos como principal fuente de entrada dada su cercanía. Dicho pragmatismo ha quedado de manifiesto estos últimos días a la vista de la polémica reacción del Ejecutivo, defendiendo la acción de la policía fronteriza marroquí ante un intento violento de asalto a la valla de Melilla, en el que fallecieron decenas de inmigrantes subsaharianos. 

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February 2010
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En segundo lugar, pragmatismo en clave económica: si bien se trataba de una decisión arriesgada por la posibilidad de deteriorar las relaciones con Argelia (nuestro segundo principal proveedor gasístico), la realidad es que desde principios de este año España ya recibe la mayor parte de su gas como GNL, especialmente desde EE.UU. y Catar. La presencia en España de importantes plantas regasificadoras puede convertir a nuestro país en un importante hub gasístico que proporcione este elemento tanto a la UE (ante el corte de suministro por parte de Rusia derivado del conflicto) como a la misma Marruecos a través del gasoducto del Magreb en sentido inverso. Y, por supuesto, las relaciones fluidas con Marruecos también pueden permitir retomar los intercambios comerciales en sectores importantes para España como la pesca.

En tercer lugar, pragmatismo en clave política: lo cierto es que España abandonó el Sáhara Occidental en 1976, y aunque desde entonces ha impulsado una solución negociada en el seno de la ONU, dicho proceso lleva casi 50 años enquistado bajo la administración marroquí y sin perspectiva realista de verse solucionado a la entera satisfacción de ambas partes. Mientras tanto, cientos de miles de saharauis de dos o tres generaciones continúan malviviendo en los campos de refugiados en Argelia y, dada la imposibilidad de consultarles (pues ninguna de las partes está dispuesta a permitir una consulta independiente), desconocemos cuál sería realmente su deseo. Por ello, en un contexto en que EE.UU. se ha posicionado ya (y no parece que vaya a dar marcha atrás), lo más realista (en términos exclusivos de practicidad) haya sido seguramente seguir su estela.

Además, recuperar las relaciones con Marruecos puede permitir a España reivindicar su papel en una región geográfica fundamental en los años venideros tras un momento de grave convulsión geopolítica derivada de los Acuerdos de Abraham, el Brexit o el previsible aislamiento ruso tras su invasión de Ucrania, además de atraer el interés de la OTAN hacia el llamado flanco sur de la Alianza. 

Como decimos, si el viraje histórico adoptado en este 2022 fue o no una decisión políticamente acertada para el gobierno español es algo que veremos en los próximos años. Si se revelará como una improvisación a la vista de las circunstancias o como una maniobra estratégica maestra, poco importa ya sin embargo. 

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